SENTIDO SAGRADO DE LAS IMÁGENES

La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad(Jn 1, 14)
De este modo el evangelista San Juan nos describe el hecho maravilloso que supuso para la humanidad la grandeza de la encarnación. Gracias al sí de María se efectúa el misterio de la Redención para el género humano. El hijo de Dios toma carne de la carne de María, asumiendo una verdadera humanidad, real y visible para los hombres a través de un cuerpo limitado. María, pues, concebirá a aquél en quien habitará corporalmente la plenitud de la divinidad (Col 2, 9)(IMAGEN 1). De este modo hemos conocido la cara humana de Jesús y, por ello, se puede representar la faz humana de Jesús en imágenes sagradas (IMAGEN 2).

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Jesús Nazareno, por su vida y su pasión, nos ha amado a todos los hombres y se ha entregado por cada uno de nosotros amándonos hasta el extremo, con un corazón humano que ha quedado traspasado por nuestros pecados (IMAGEN 3). Ese corazón ha quedado insertado en su cuerpo humano y se ha hecho visible en el cuerpo humano de Jesús Nazareno que se entrega por todos en su pasión (IMAGEN 4).

Éste es el modo como lo ha admitido y manifestado la Iglesia a lo largo de los siglos: el Dios invisible, en su naturaleza, se ha hecho visible en el cuerpo de Jesús (Prefacio de Navidad). Por eso, los rasgos de su propio cuerpo humano, representados en una imagen, se pueden venerar por los creyentes; porque venerar la imagen de Jesús significa venerar a la persona representada en ella (Concilio II de Nicea). 

Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas; En esta etapa final nos ha hablado por medio del Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, imagen de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas (Heb 1, 1-3). 
En la antigüedad, en la Antigua Alianza, Dios sólo podía ser representado con una imagen. Pero ahora, una vez conocido y visto en su Encarnación, disponemos de una imagen de lo que hemos visto de Dios, y de este modo, con su rostro contemplamos su gloria (IMAGEN 5).

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En otro tiempo, Dios, que no tenía cuerpo ni figura, no podía de ningún modo ser representado con una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en la carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios... con el rostro descubierto contemplamos la gloria del Señor (San Juan Damasceno)
Las imágenes, pues, deben estimular nuestra oración para dar gloria a Dios. Y su contemplación debe estar unida a la Palabra de Dios, pues esa Palabra es la que se ha encarnado para mostrarnos al Dios vivo y verdadero, fuente de vida que ha destruido la muerte por su Alianza nueva y eterna con el hombre. Y de este modo, podemos venerar respetuosamente la imagen de Jesús para que así esta veneración nos conduzca a la realidad de la que ella es imagen, y finalmente nos lleve a la Palabra de Dios y a la adoración del Dios vivo y verdadero en la Eucaristía. Sólo a Dios vivo y verdadero corresponde la adoración por medio de la liturgia o celebración.

El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen (Santo Tomás de Aquino)

 

Xoán Manuel Neira Pérez

Teólogo