LA CAPILLA DEL ALBA

LA CAPILLA DEL ALBA: UN CANTO A LA VIDA FRENTE A LA MUERTE

La denominada “Capilla del Alba” es el monumento o documento pétreo en el que se sostiene y emerge toda la tradición e historia a Nuestro Padre Jesús Nazareno en A Pobra do Deán. Esta capilla, situada en pleno corazón del Templo de la parroquia del Deán es una muestra clara de la realidad y experiencia de fe que vivía dicha comunidad parroquial a finales de la Edad Media. El mensaje de esta Capilla representa la muestra de la religiosidad que vive la sociedad del Barbanza, la experiencia profunda de fe de los habitantes de A Pobra do Deán, y los miedos y esperanzas que esta feligresía ponía en el altar de la Eucaristía cuando celebraba su fe.
La Capilla del Alba se encuentra situada en el Templo de Santiago do Deán, en la nave de la izquierda, junto con cinco capillas más que completan el edificio lateral anexo al Templo. El templo, artísticamente pertenece al gótico marinero del siglo XIV-XV, con arcos apuntados en la nave central y con nueve arcos apuntados en el ábside formando una nave armónica y muy acogedora y resplandeciente por la luz que entra de los cuatro ventanales. El estilo artístico del Templo se sitúa en el siglo XIV-XV, muchas de sus manifestaciones son de la segunda mitad de este siglo XV. En ese momento la Iglesia del Deán contaba con un culto muy determinado por las constantes indicadas anteriormente: Una experiencia muy fuerte de la muerte que hunde sus raíces en la cultura prehistórica, una vida frágil expuesta a las invasiones, pestes y guerras, y un culto a María como mediadora entre el ser humano y Cristo, luz y vida eterna, y un patronazgo del Apóstol Santiago. La imagen pétrea que se conserva del Apóstol nos hace pensar en la existencia de esta comunidad religiosa varios siglos antes del XVI en que se construye la Capilla del Alba.

Este último elemento -el culto a María- está documentado históricamente. El tumbo I de la Iglesia de Santiago del Deán, denominado Tumbo Viejo o Libro Primero de la Cofradía de la Concepción, conserva entre otros un documento de 1519 que es una manda testamentaria de Juan Martínez clérigo, a favor de la Cofradía de la Concepción  cuya sede es la Iglesia de Santiago de la Villa de la Pobra.

Este documento pone de manifiesto la institución de una Cofradía de Clérigos en torno a la advocación de la Inmaculada Concepción en esta iglesia antes de esa fecha, con normas, reglas y donaciones. Esto remite la fundación de esta Cofradía al siglo XV o incluso al XIV. Nos inclinamos al XV por la influencia del cabildo de Santiago en esta Iglesia, lo que pudo haber provocado la erección de esta hermandad de clérigos dedicados al culto a la muerte por la fuerza y empuje que tenía en la Catedral compostelana la Cofradía de los Clérigos del Coro o de la Concepción cuyas Constituciones son de 1457 y que serán modelo para las futuras constituciones reformadas de la Cofradía de la Pobra. Avalan todos estos datos las referencias artísticas de la imagen de la Patrona de la Cofradía: talla gótica del siglo XIV o XV que se conserva en la actualidad en el templo del Deán.

La muerte y la mediación de la Virgen ante su hijo Jesús, origen y fuente de vida constituyen la referencia central de la experiencia de fe de esta comunidad medieval. Finalizadas las guerras del XV, la feligresía del Deán encuentra un momento de esplendor religioso en el seno de esta Cofradía a lo largo del XVI: Se comienza la elaboración del Tumbo, aparecen multitud de donaciones, se reforman las constituciones, etc. Este es 

precisamente el momento de plasmar toda esta tradición rehaciendo el lugar de culto de este organismo en el que se coloquen, con su orden de prioridad cada una de las realidades de fe que la experiencia religiosa comunitaria vivía. Estas realidades de fe habían recibido un fuerte impulso local a través de la difusión de la curación milagrosa del regidor de la Villa, D. Juan de Liñares.
En este momento decisivo tiene lugar la construcción de la Capilla del Alba, también denominada del “Buen Jesús”, del “Buen Cristo”, o del “Cuerpo Santo”, que constituye una joya de imaginería pétrea fundada en 1572 por Juan Domínguez Viance.

Esta Capilla compuesta por tres retablos pétreos recoge los fundamentos de la Fe de la comunidad del Deán, centrados en Jesús Nazareno, referencia de vida por el amor entregado en su Pasión y su entrega en la cruz para la Salvación de todo el género humano (Retablo central). Jesucristo en su Pasión, se convierte en centro de la vida que desplaza a la muerte, y por la cual, intercede su Madre que ha aceptado la maternidad divina. Todo ello ha posibilitado la Encarnación del Hijo de Dios en su Concepción Inmaculada (Retablo de la izquierda) para así realizar la Redención del género humano y permitir que ese mensaje de Salvación, de vida y curación, se pueda extender por el mundo a través de la enseñanza del Evangelio y la vida cristiana. Mensaje que tiene como referente máximo el martirio de los primeros cristianos (Retablo de la derecha).

MARÍA, LA NUEVA EVA, CORREDENTORA DE LA HUMANIDAD Y MEDIADORA.

El altar de la izquierda está centrado en María Inmaculada, Patrona de la Cofradía de los Clérigos, y por ello desarrolla un mensaje centrado en el culto a la muerte, labor a la que se dedicaban dichos cofrades. María aparece como la nueva Eva, el nuevo árbol que permite el nacimiento de una nueva humanidad redimida por el Hijo de Dios. María ha sido preservada de la mancha del pecado original por ser ella la que ha permitido, con su libre aceptación, que tomase carne el Hijo de Dios en su vientre para redimir al género humano y salvarlo de la muerte. Por todo ello, la Concepción Inmaculada y la muerte son el tema central de este retablo. La muerte que surge del Pecado Original y que surge ante el árbol del Bien y del Mal, tiene su raíz en la desobediencia del Hombre a los mandatos de Dios, y este desequilibrio anuncia una nueva Salvación que partirá de un nuevo árbol de la vida que será el madero de la cruz floreciente triunfante gracias a la obediencia de María. Desde Eva la muerte llama por el pecado al hombre, y éste sufre y padece por el desequilibrio de la desobediencia. Desde María florece la nueva vida dada por Cristo a través de su amor en la cruz.

La Inmaculada viene representada hasta el siglo XV por el Arcángel San Miguel en el episodio de Apocalipsis 12 que se creía como el único lugar bíblico en el que se asentaba la verdad inmaculista. Esta representación ocupa el centro del retablo.

Además tenemos otra representación en el frontal inferior de este retablo, en el lado derecho, donde aparece una mujer que sostiene su vientre mientras mira al árbol del Pecado Original ubicado también en este frontal. Dicho árbol queda superado por el siguiente árbol que se representa al lado, el cual está entrelazado por las palabras Ave María (IMAGEN 1).

En la parte superior del retablo aparece María en actitud orante ante Jesucristo Nazareno – el Ecce Homo del retablo central), aparece como mujer humilde intercesora y mediadora ante el que tiene Palabras de vida eterna (IMAGEN 2).

La muerte ya no tiene poder, ha quedado aniquilada por la Pasión y Resurrección de Cristo(“¿dónde está muerte tu victoria? ¿dónde tu aguijón?”). Y esta participación en la vida plena de Cristo ha sido transmitida a todo el género humano. En su origen acompañaría a este retablo la imagen de la Inmaculada, anterior al mismo y de estilo gótico, patrona de los clérigos que tenían su sede en esta capilla.

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EL AMOR CREA AL HOMBRE NUEVO

En el retablo central de la capilla está representado el misterio central de nuestra Redención. Jesucristo aparece representado por el corazón lleno de amor que late constantemente para insuflar nueva vida a una humanidad nueva que nace de su pasión, muerte y resurrección (IMAGEN 1). Del árbol de la muerte que aparece en el pasaje bíblico de Adán pasamos al árbol de la vida  del nuevo Adán que es Cristo (IMAGEN 2).

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El corazón de Cristo insertado en la Cruz da lugar a una nueva humanidad, a una criatura nueva que nace del agua del bautismo. Esto ha sido posible por la obediencia de María que ha permitido que la Palabra, el Verbo de Dios, tome carne y se muestre a la humanidad. La Cruz es el punto culminante  de su enseñanza; en la Cruz se silencia el Hijo de Dios pues ha comunicado todo lo que tenía que decir, ha dicho todo; la Palabra se ha mostrado y el Verbo silenciado para dar lugar a la respuesta del hombre a esa Palabra.

La Encarnación de la Palabra de Dios significa que esa Palabra asume una verdadera humanidad y el cuerpo de Cristo queda limitado. Por esta razón se puede reflejar el rostro del Salvador, la cara humana de Jesús que aparece en el lienzo del friso inferior de este retablo central coronada de espinas; es el rostro original del Nazareno (IMAGEN 1). rostro de Cristo refleja el mensaje evangélico de la Palabra de Dios. Jesús, principio y fin de toda la Historia de la Salvación, es el verdadero REY de reyes (Imagen superior del rey David con el arpa). Es el nuevo SACERDOTE y el verdadero templo de Dios (Imagen de Salomón con el templo de Jerusalén en la mano) (IMAGEN 2).

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Es el PROFETA anunciado por los antiguos profetas, profeta superior a Abraham, pues en su sacrificio en la Cruz supera a cualquier entrega de la antigua Alianza (imagen del patriarca Abraham en el sacrificio de su hijo Isaac). 
Es el fundamento de la humanidad, representado en la imagen del Ecce Homo que corona todo el retablo, el Jesús Nazareno que realiza con su Pasión el camino de salvación y vida para el hombre. Al lado de este Jesús hombre en la Pasión, se muestra a los fieles el camino de la vida eterna: La Eucaristía, alimento de eterna salvación (representado en los pájaros que picotean en las ramas).

La belleza de la imagen de Jesús reflejada en este retablo sirve para estimular la oración de la comunidad de Pobra do Deán en torno a las experiencias religiosas sobre las que se formó esta comunidad, y que se convirtieron en motor de la experiencia religiosa de un pueblo, y con ello en la vida nueva de los fieles.

LA NUEVA HUMANIDAD, LA IGLESIA.

Jesús, fuente de amor, es el que habita en esta nueva comunidad que es la Iglesia (img1). Un nuevo pueblo asentado sobre el Evangelio entendido como la buena noticia anunciada a toda la humanidad. Una nueva comunidad fortalecida por la sangre de los mártires, vivificada por los sacramentos y animada por los pastores, ministros y todos los que tienen algún tipo de responsabilidad, entre los que se pueden citar el Papa, Obispos, Cardenales y Doctores de la Iglesia (img2). Todos estos personajes constituyen el zócalo inferior del que se va a poner delante a la nueva Iglesia naciente. Este nuevo pueblo ha sido posible gracias a la aceptación de María en la Anunciación del Ángel Gabriel; escena que viene representada en el centro del zócalo inferior citado (img3).

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Esta nueva Iglesia que surge del madero de la cruz tiene su momento de arranque en la Ascensión, y que tiene su momento culminante diez días después de la subida de Jesús al cielo, esto es, en Pentecostés. Se dice que es la representación  de la ascensión la que ocupa el centro de este retablo. Pero podríamos pensar que esta representación podría también tratarse de la escena de la Transfiguración pues debajo de Cristo aparecen tres cabezas que serían Pedro, Santiago y Juan, precisamente los tres apóstoles que estuvieron delante de la figura divina de Jesús. En esta escena, Cristo se muestra como hijo de Dios, con un blanco resplandeciente signo de su gloria. Todo tiene cierta coherencia, pues hacia ese Cristo camina la Iglesia nacida del costado de Jesús Nazareno en el madero de la Cruz.  En la Transfiguración y en el Cristo Nazareno, es ese mismo Señor y Dios el que cuida y guía a su pueblo en su peregrinación hacia la Pascua eterna, hacia la meta que no es la muerte si no la vida.

Una Iglesia que camina hacia la visión de Dios cara a cara tal cual es, como ocurre en la Transfiguración y la escena de la Pasión. Además, y siguiendo lo que se representa en este retablo, en ese camino duro y difícil siempre encontrarán el ejemplo de los mártires allí representados: así por ejemplo: el auxilio para el cuerpo y el espíritu representado en los Santos Cosme y Damián, por un lado, y, por el otro, en María intercesora que nos ayudará a mantener la esperanza y librarnos de perder el camino por efecto de la tentación. Por este motivo María corona esta tercera fachada del Retablo pisando con su pie una culebra. Esta culebra representa el mal que trata de borrar la meta para la que hemos sido llamados por nuestra redención.

LA HUMANIDAD ENTERA HABITADA POR LA TRINIDAD

María nos ayuda a mantener la esperanza y a caminar hacia Cristo que es camino, verdad y vida. Jesús, hombre verdadero y Dios verdadero, nos mostrará el auténtico rostro de Dios y nos permitirá habitarnos interiormente en el centro de nuestra fe: El misterio Trinitario (Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo) es el centro de todo. Origen y fin de todo, esperanza y salvación del toda la humanidad. Por ese motivo aparece la Trinidad en el centro de la Capilla, en concreto, en el centro de la bóveda. Y coronando la capilla se nos muestra el diluvio como la recreación de la humanidad en el arca de Noé. Dicha representación del arca se entiende como destinada a la Redención del hombre en la persona del Hijo Jesucristo, es decir, se da inicio a la navegación de la nueva barca que es la Iglesia; y a su vez, la Iglesia es templo de la nueva alianza centrada en Cristo, alfa y omega, principio y fin de todo (IMAGEN 1).

Es normal que esta representación no sea pura piedra, sino vivencia de esta comunidad que pudo fortalecer y vivir profundamente su fe en el contenido que se representa: la fe está en este retablo centrada en los fundamentos del mensaje evangélico y en sus verdades; todo ello, teniendo como centro a Jesús Nazareno, hombre verdadero que por su pasión salva al hombre y al mismo tiempo abre el camino de la nueva humanidad en la Iglesia. Todo gracias a la aceptación de María de colaborar en la obra redentora para vencer al pecado y a la muerte. En conclusión, aquí está el mensaje de la vida frente a la muerte, de la esperanza frente a la desesperación, de la curación frente a la eternidad. Mensaje que nos trae Jesús Nazareno, hijo de Dios, verdadero Dios (IMAGEN 2).

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Xoán Manuel Neira Pérez
Teólogo